Jouex anniversarie. Lo repito varias veces para no equivocarme, arrastrando la “r” final, ensayando mi sonrisa más amable para caerle bien a este multimillonario francés que ayer cumplió 47 años.
Falta media hora para la medianoche en Lugano. Unos hombres pelados, de traje y metro noventa de altura acaban de pedirme que entre en una camioneta con vidrios polarizados. Maneja un señor que no conozco. Tampoco conozco a ninguno de los guardaespaldas, fotógrafos ni representantes de la productora internacional que están en este lugar. Como ellos, yo también vine porque tengo trabajo que hacer: escribir una crónica de mi encuentro con el DJ más conocido del planeta. Tengo poco tiempo: apenas unos minutos antes de que le llegue su momento de tocar en una nueva edición del Creamfields, el festival de música electrónica más convocante del mundo entero.
En un rato, David Guetta, nacido en París en 1967, me dirá lo que vino a decir cuando acordó esta única entrevista en su estadía de ocho horas en Buenos Aires: que escribió Listen, su último disco hasta el momento, de un modo clásico, con guitarra, piano y su voz. “Después le agregué la electrónica, que es lo que yo hago.” Guetta lo aclarará como si no lo supiera ni yo ni las casi 20.000 personas que lo están esperando allá afuera. Como si no lo supiera el resto del mundo. Titanium, The World is Mine, Dangeorus… Quizás los nombres de las canciones no signifiquen nada, pero están en los boliches, en las radios, en los negocios donde uno entra a preguntar por una calle y también, aunque no lo sepamos, están en nuestras cabezas.
No voy solo en la camioneta. A mi lado, una de las representantes que envió la productora parece nerviosa cuando el chofer enfila hacia una parte oscura. Por las ventanas polarizadas vemos que entre la penumbra pasa una moto, nos custodian tres guardaespaldas, otra camioneta nos sigue de cerca. Estamos en los confines del autódromo de la ciudad de Buenos Aires; un muro a lo largo de nuestro camino nos separa de una fiesta llena de jóvenes de entre dieciocho y cuarenta y tantos años que bailan, algunos disfrazados, otros con anteojos de sol, entre las luces, los rayos láser y una multitud de cuerpos en éxtasis.
“La electrónica es una combinación de música, emoción y reacción física –dirá–, pero también es una cuestión de producción. Por eso la gente la ama. No creo que haya otra música que lo tenga todo como ésta.”
Uno de los guardaespaldas sube a la camioneta y enseguida vuelve a bajar, una contraorden, cambiamos de rumbo. La chica de la productora dice que estamos muy justos de tiempo, que ya no vamos a poder hacer no sé qué cosa. Yo sigo practicando mi “feliz cumpleaños” en francés. No entiendo por qué tanto alboroto. Soy escritor y no estoy acostumbrado a lidiar con estrellas internacionales. En mi morral de cuero llevo mi último libro: la historia de una profesora que extraña ser la reina de la electrónica, la historia, al fin y al cabo, de una generación que pasó su adolescencia en esas fiestas. Quiero regalarle mi novela a David Guetta, que llegó a la Argentina en su propio avión, que va a tocar de doce de la noche a dos de la mañana y después vuelve a Ezeiza para volar a otra parte del planeta.
En un rato pensaré que este hombre flaco y de pelo largo que acaba de cumplir años tiene la mirada de un chico. No habrá mujeres, no habrá alcohol ni estará Keith Richards aspirando las cenizas de su padre. El lugar donde se improvisó el camarín me recordará a los estudios de televisión de los noticieros de veinte años atrás. Excepto por los beats y los bajos repetitivos que llegarán desde afuera, no habrá nada que recuerde que allá afuera hay una fiesta. Una lata de bebida energizante, una botella de agua mineral y la computadora sobre una mesa. Hará frío, porque entrará viento por un ventanal.
Me acuerdo, sin querer, de la letra de su último hit, Dangerous:
Show me your soul
I gotta know
Bet that you’re beautiful inside
Toes on the glass
Car moving fast
Come take the wheel and drive
(“Mostrame tu alma/ te quiero conocer/ Apuesto a que quedás hermosa ahí adentro/ Los dedos de los pies contra el vidrio/ El auto a toda velocidad/ Vení, tomá el volante y manejá.”)
Durante la entrevista seremos observados por la chica de la productora y por un hombre que se presentará como el manager. Guetta me confesará que es fácil ser una estrella, que lo difícil es seguir reinventándose. “Para mí –dirá y por un momento tendrá un parecido con el actor Owen Wilson– el desafío no es vender muchos discos ni lidiar con la fama, ni tampoco tener gente todo el tiempo a mi alrededor. Eso es algo que acepto y entiendo. Mi desafío es mostrar algo nuevo en cada disco, si tengo algo que decir o no. Esta vez me tomó dos años tener algo para decir.”